martes, 21 de agosto de 2012

HA MUERTO CONSTANZA


Constanza Verdugo (Coni) , una valiente muchacha de 19 años, ha muerto en la noche del jueves 10 de mayo. Nació con fibrosis quística, una terrible enfermedad y su única esperanza era el trasplante de pulmones. Por distintas y confusas razones, en los últimos dos años entró y salió de la lista nacional de prioridades para trasplante. La condición social de pobreza de la familia no ayudaba a impulsar su caso.

 Coni era inteligente, empática y comprometida. Ello, naturalmente, le granjeó un círculo amplio de amigos y emprendió una campaña por internet acerca de la donación de órganos, lo que le allegó muchos seguidores en las redes sociales. Por esto se hizo más triste su calvario y su partida para todos quienes la conocieron y a quienes ella inspiró con su espíritu positivo. La lloró el personal del Hospital Exequiel González Cortés, donde era atendida y donde se la despidió el viernes 11 en una emotiva ceremonia, de aquéllas que este hospital reserva para los ritos fúnebres de su propio personal.

 Pero aunque Coni hubiese sido deprimida y retraída, habría tenido igualmente pleno derecho a beneficiarse de todas las oportunidades que ofrecen los avances de la ciencia médica.

 Ella quería vivir, con intenso fervor, en una carrera contra el tiempo. Sin embargo, consciente del retraso cultural que Chile sufre en materia de donación de órganos, así como la injusticia de nuestras políticas públicas respecto de la atención de salud para los pobres, se hizo cargo, con ojos bien abiertos, de que su muerte temprana era muy probable. Y quiso que su lucha serena y firme sirviera al menos para que el país progrese en su actitud sobre la donación de órganos, el sistema de trasplantes y las políticas de salud. Su caso se hizo ampliamente conocido y fue cubierto por Televisión Nacional y otros medios. Hace unos días atrás, el Dr. Mañalich, Ministro de Salud, la visitó y se dispuso que se la colocara nuevamente entre las prioridades para transplantes. Pero ya era tarde. Su condición estaba muy deteriorada.

 El criminal atentado contra Daniel Zamudio fue una clarinada de alerta sobre la discriminación por razones de orientación o identidad sexual. La muerte de Constanza Verdugo no fue fruto de un atentado, pero sí de la desidia y el retardo. Desidia, porque domina entre nosotros un prejuicio primitivo contra la donación de órganos, el cual debe enfrentarse con adecuadas campañas públicas de educación y difusión. Retardo, porque pese a nuestro progreso material, vamos muy a la zaga no sólo en materia de educación, problema ya instalado en la conciencia social como prioritario, sino también en salud de calidad para todos. Por estos mismos días, expertos médicos denuncian que ni siquiera es viable el trasplante de ciertos órganos porque Fonasa y las Isapres carecen de un código para el necesario procedimiento.

 Nuestra condición humana es tal que muchas veces requiere de un caso conmovedor para comenzar a crear conciencia sobre una grave injusticia. Ojalá que la lucha de Coni provoque un remezón cultural y social que nos movilice para que estos dramas no vuelvan a ocurrir.

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